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Las pymes, ¿el eslabón perdido en la transformación empresarial sostenible?

Tan importante como el riesgo de greenwashing (lavado cara verde) es el riesgo de timewashing, es decir, el que se deriva de la inacción por falta de datos o una regulación incompleta. Lo importante es comenzar a actuar y estar dispuesto a generar impacto en el entorno en el que operas.

“No puede haber una transición hacia una economía y realidad sostenible sin involucrar a la pequeña y mediana empresa que es la que conforma el tejido productivo en nuestro país (el 96% de las empresas españolas tienen menos de 10 empleados). Si no logramos convencer a las pymes de la oportunidad que supone adaptarse al cambio climático, el esfuerzo que están haciendo las grandes empresas y el sistema financiero, resultará insuficiente. Las empresas tienen que estar subidas en el carro y de momento la están interpretando como un incremento de costes sin apreciar, todavía, las bondades que se derivan al apostar por la sostenibilidad.

Existe una relación biunívoca entre las empresas y las entidades financieras. Los bancos están comprometidos con la transformación que exige mitigar los riesgos derivados del cambio climático a través de una regulación cada vez más exigente; además, están asumiendo una serie de compromisos público muy ambiciosos como los que se derivan de los Principios de Banca Responsable o el Acuerdo Colaborativo de Acción por el Clima que firmaron el 95 % de los bancos españoles en el marco de la COP25, por lo tanto, lo más efectivo es que se hable el mismo lenguaje inter pares. Los bancos cumpliendo su función de asesoramiento y facilitando nuevos instrumentos y productos financieros con condiciones financieras especiales y las empresas transmitiendo su voluntad de cambio, ofreciendo datos reales de los proyectos que avalen su transformación hacia un mundo más amigable con el medio ambiente y.

La credibilidad además se puede medir, aunque sea de manera cualitativa. Tener un plan de transformación, tener al equipo directivo y al consejo de administración involucrado en estos temas y demostrar que quieres generar impacto con tus acciones, son señales de un firme compromiso. “Es mucho más importante ver un equipo comprometido; que haya cambios en los procesos de producción o tener una agenda de acciones en favor de su entorno social”. Tan importante es demostrar la voluntad de cambio que con la normativa climática. “El que tiene voluntad de transformación la tiene. No cabe duda que las ayudas extraordinarias que lleguen de Europa serán un gran acicate porque exigen que el 37% de ellas estén destinadas a proyectos sostenibles. Por tanto, de no haberse recibido estaríamos iniciando una senda de ajuste hacia una economía sostenible con más lentitud.”

Que los bancos y empresas publiciten su cara verde, no tiene por qué tener una lectura negativa. Al contrario, estamos en una fase en el que la concienciación y la divulgación debe valorarse de manera muy positiva. La transformación hacia la sostenibilidad es un camino, un proceso en el que queda mucho por avanzar. Por ello, Juan Carlos Delrieu, como Director de Estrategia y Sostenibilidad en la AEB (Asociación Española de Banca) y miembro del Comité directivo de Finresp (Centro de Finanzas Responsables y Sostenibles) defiende la determinación del sistema financiero para esta transformación de forma vehemente en el curso organizado por Elkargi sobre “El impacto de la sostenibilidad en las Pymes. Una oportunidad de futuro” dentro de los Cursos de Verano de la UPV/EHU,

La banca está trabajando de forma proactiva, cooperando e intercambiando mejores prácticas y asumiendo una serie de compromisos públicos muy exigentes. En 2019 los principales bancos españoles se adhiriesen a los Principios de Banca Responsable, un acuerdo que, sin duda, supone un punto de inflexión entre la banca, su forma de operar y su entorno. Desde ese punto, en diciembre de 2019 en el marco de la COP25 el 95% de los bancos españoles firmaron un Compromiso Colaborativo de Acción por el Clima que, esencia supone alinear el portafolio de los bancos al Acuerdo de París en 2030. Y más recientemente, los grandes bancos se han adherido al Glasgow Financial Alliance to Net Zero, que supone dar un paso más y comprometerse a la descarbonización del sistema en 2050.

Pero no es la única acción que los bancos están adoptando para demostrar su firme voluntad para contribuir a una economía baja en carbono y más sostenible. De hecho, el debate ha dejado de concentrarse en las áreas de RSC para llegar al despacho del CEO de la compañía e incluso al consejo de administración. Una determinación que viene influida por el marco regulatorio y las expectativas supervisoras de los bancos centrales, así como por los propios accionistas, como nos recuerda cada año Larry Fink, CEO del fondo de inversiones de BlackRock.

Otro detalle que demuestra la convicción del sector financiero por contribuir a esta transformación fue la creación del Centro de Finanzas Responsables y Sostenibles (FinResp) que, al amparo de la red global FC4S ligada a las Naciones Unidas, nace con el objetivo de involucrar al conjunto del sistema productivo español en una transformación sostenible. Para ello, entiende la concienciación social como materia prima, su objetivo es el papel que mundo de las finanzas debe cumplir en esa transición empujando a las pymes, quizá el eslabón perdido en una sociedad muy sensible al cambio climático y a las donaciones sociales de nuestro entorno..No obstante, Juan Carlos Delrieu señala que más allá de la concienciación y la divulgación, Finresp ha establecido que la formación, el intercambio de mejores prácticas entre las entidades financieras, pero también con otros Centros en el mundo y la identificación de fórmulas de financiación innovadoras, formen parte de la agenda estratégica del Centro en España.

Sobre la regulación, es claro que la  UE ha decido abanderar la apuesta verde, aunque la llegada de Biden como presidente de Estados Unidos, refuerza las políticas diseñadas en Europa. De ellas, destaca el Reglamento de la Taxonomía, una norma tan necesaria como, de momento, compleja de aplicar. No obstante, en su papel de “diccionario” ya está cumpliendo su función que es trascender al diseño original ligado a las inversiones financieras para condicionar cualquier debate en el seno de la UE. Una brújula que tiene el firme propósito de movilizar el capital privado mitigando el riesgo de greenwashing.  Ahora bien, pese al favorable propósito del marco regulatorio que la UE está diseñando, para Juan Carlos Delrieu quizá vendría bien “andar un poco más despacio en cuestiones normativas porque nuestras economías están siendo presionadas y las dificultades que surgen frente a la complejidad y ambigüedad del sistema puede tender a paralizarnos, con el riesgo de que la inacción pueda acabar siendo tan elevado como el greenwashing. Es posible que fuese mucho más apropiado delimitar con claridad un campo de juego a través de unas normas y que una vez dentro se promueva la vocación transformadora de las empresas. En este sentido, la corresponsabilidad de la Administración Pública es esencial para agilizar el proceso de transformación.   

 “El diseño de la economía verde que queremos no debe recaer en la banca. Aunque estemos dispuestos a contribuir en esta trasformación productiva y social y estemos dispuestos a financiarla, el diseño de país, la senda y la velocidad del cambio, debe estar en manos de la Administración.”