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“No tenemos que decir que vamos a vivir peor para frenar el cambio climático, sino que vamos a frenar el cambio climático para vivir mejor”

Porque el cambio climático es un problema colectivo y las soluciones tienen que ser colectivas. No podemos estar en planteamientos individualistas donde “yo tengo mi parcelita ecológica. Es lo que le conviene al capitalismo y las empresas que nos pueden vender packs de soluciones climáticas para nuestra vida. Lo compraremos y nos creeremos buenos ciudadanos verdes en lugar de apostar por los cambios estructurales que necesitamos. Lo más importante que puedes hacer tú, es unirte a otras personas.

Andreu Escrivá autor del libro” ¿Y ahora yo qué hago? Como evitar la culpa climática y pasar a la acción”  nos comentaba que en realidad el título debería decir ¿Y ahora qué hacemos? 

El ambientólogo, doctor en biodiversidad y escritor participa en la tercera edición de la Escuela de Comunicación Ambiental 2021: comunicar la transición energética y climática y no esconde que los cambios de percepción son difíciles y que si los planteamos de forma muy brusca podemos encontrarnos con que la gente lo rechace y se enroque. Debemos mojarnos todos como con un agua fina y con algún aguacero de vez en cuando porque necesitamos que cale el mensaje de la sostenibilidad.

Hace 30 años nos podríamos haber planteado muchas cosas, ahora es necesario el cambio social y el cambio productivo a la vez. Hay que apretar el acelerador lo máximo que se pueda.

Como divulgador climático reconoce que hay que informar del riesgo climático sin crear ansiedad. “Dad la voz de alarma es diferente a ser alarmista. Tenemos que hacer que los escenarios tan graves que se nos presentan en los informes científicos del IPCC sean creíbles y hacer patente al mismo tiempo que podemos luchar contra esos escenarios casi apocalípticos.  Transitar por la línea de recalcar la gravedad de lo que está sucediendo y lo que podría suceder, y la esperanza en lo que se puede cambiar. Siendo rigurosos, pero graduando el mensaje según los destinatarios. Medir muy bien el lenguaje, ser empático y no hablar desde ninguna atalaya.

La transición energética justa sólo se hace si no se hace recaer en los de siempre. Si la centramos en consumo lo que vamos a conseguir es que la gente que más tiene, consuma más, obtenga tarjetas de puntos para volar o incluso vender estos puntos de carbono e intercambiarlos entre los ricos que son los que van a viajar. Poder ir rápidamente al trabajo no puede depender de que una persona pueda comprarse un coche eléctrico para llegar al centro de la ciudad. Tiene que haber un transporte público asequible, seguro, y sostenible que podamos usar en términos de igualdad. Lo grave es proponer soluciones que algunos no se lo pueden permitir como es transformar energéticamente el domicilio. La ciudad tiene que diseñarse para que no sea foco de calor, con espacios verdes, sombras, pequeños refugios climáticos. Buscar el marco colectivo y no individualista y que no dependa de la renta de cada uno. Los ricos tienen mayor capacidad de adaptarse al cambio climático.

Insiste Andreu Escrivá en que la sostenibilidad no puede ser un sello con el que encarecer las cosas sino la característica de las políticas públicas porque está pasando que los más pobres- que son los que menos contribuyen a la crisis climática- terminan convenciéndose de ser los culpables porque tienen un coche viejo y contaminante o, no pueden comprar los alimentos en determinada tienda ecologista.

La transición energética justa no es subvencionar a las grandes empresas de siempre sino apostar por el autoconsumo y la generación energética colectiva. Las grandes energéticas pueden estar cambiando el proceso de producción, pero no la forma de actuar y el daño social que hacen. Todos tenemos que remar en la misma dirección y asumiendo los costes no todos por igual. La gente está dispuesta a asumir ciertos sacrificios si ve que todos los hacen

El compromiso ambiental de muchas empresas es un puro lavado de cara verde, no han modificado ni su estructura ni sus emisiones. Lo verde vende mucho y se apuntan al carro. “Indudablemente es positivo porque las empresas están detectando que la sostenibilidad importa a la gente. Es verdad que algunas empresas están introduciendo algunos cambios en sus procesos de producción. El problema es que no son suficientes y que en muchos casos son meras estrategias para vender más. Tenemos el gran peligro de las soluciones al cambio climático basadas en el consumo. Es el zumo de tetra brik que se vende diciendo que los naranjos captan CO2, que la energía utilizada es la solar etc. Se vende diciendo que comprar ese zumo es bueno para el planeta.

¡Puro greenwashing! “Plantar árboles a escala global no vale de nada si sigues emitiendo CO2.” Tenemos que asumir que lo que necesitamos no es cambiar una pieza de la máquina sino un cambio del sistema, cambio en producir y consumir que no va a venir de unas empresas con un statusquo que les aporta grandes beneficios.

El cambio de sistema se traduce en dos cuestiones fundamentales: El cambio de los valores y el cambio en la concepción del tiempo. Con un pequeño toque de humor Andreu Escrivá decía que “Tenemos que redefinir lo que es una vida buena y una buena vida, cuánto tengo que consumir, qué lejos me tengo que ir de vacaciones o qué alimentos exóticos producidos a 12.000 km son los mejores para ser feliz.” Hasta las estrellas Michelin valoran el producto local y de temporada como un lujo

Muchos de los comportamientos insostenibles están ligados a un sistema que nos devora el tiempo. El capitalismo nos revende nuestros tiempos en forma de aplicaciones o entregas a domicilio, pero lo que fundamentalmente nos falta es tiempo. Tiempo para ir de vacaciones más lentamente, para comprar los alimentos en los lugares más adecuados y no bandejas de verduras envueltas en plástico del gran supermercado. Redefinir también el tiempo de trabajo.

Como ambientólogo prefiere comunicar los co-beneficios de la lucha contra el cambio climático, Necesitamos imaginar futuros que no sean negros desterrando las distopías apocalípticas. Hay que remarcar todos los beneficios de una reducción del CO2 de los coches no como algo abstracto sino perceptible e ir dibujando una ciudad menos contaminada, más segura vialmente, menos ruidosa y más humana.

“La gente si se alarma con las noticias del cambio climático y no le ofreces una salida, se paraliza”. Hay que decirles a dónde nos encaminamos si no hacemos nada y, sobre todo, enfatizar en un mundo que es posible. Podemos cambiar las ciudades, la generación de energía o cómo nos movemos. No son cambios en magnitudes que no hayamos experimentado en los últimos 100 años. La lucha contra el cambio climático no va de sacrificios sino de cambios, algunos más incómodos y otros más fantásticos. Cuando hablamos de decrecer, hablamos de decrecer en el consumo de algunas energías, pero podemos crecer en tiempo, en cuidados a las personas más vulnerables o en cultura. Crecer en muchas cosas y decrecer en algunos aspectos que nos vienen dados por una realidad física porque estamos en un planeta finito que tiene sus límites.

“No tenemos que decir que vamos a vivir peor para frenar el cambio climático, sino que vamos a frenar el cambio climático para vivir mejor”. A los que dicen que no quieren sacrificarse y seguir viviendo como ahora, hay que decirles que tampoco van a poder vivir como hasta ahora. Bien se apueste por una mayor sostenibilidad, bien no se haga nada, la vida nos va a cambiar. Es mejor dirigir nosotros ese cambio para vivir mejor que no enfrentarnos a los golpes climáticos y económicos por nuestra nula capacidad de anticipación.