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Las mujeres se empoderan a sí mismas

“El empoderamiento de las mujeres es un proceso a través del cual cada una, así misma, se faculta, autoriza y legitima. Así lo teoriza la antropóloga Marcela Lagarde. Pasa de ser objeto de la vida de las personas que le rodean, de sus tiempos, expectativas, deseos y prioridades, a protagonista en primera persona de su vida” Sara Ibarrola socióloga especialista en género y políticas públicas de igualdad además de directora de Ibain Consultoría e investigadora partía de esta definición para describir el proceso a llevar a cabo y tener las claves para, a través del empoderamiento, enfrentarse a la violencia machista.

En la sociedad patriarcal en el que vivimos basado en relaciones de poder de dominio, todas las mujeres estamos desempoderadas. Si le añades violencia machista la situación se intensifica mucho más. El proceso para salir adelante es largo en el tiempo y atraviesa distintas situaciones. Considera Sara Ibarrola clave saber que” somos ciudadanas con derechos y que lo que recibimos en forma de ayuda o recursos no es una dádiva o un privilegio, sino un derecho que tenemos como ciudadanas”.


“Cada mujer se empodera a sí misma y es importante que los recursos se coloquen en cómo pueden contribuir a apoyar, asesorar y orientar en esos procesos, teniendo en cuenta que en función de cómo se relacionan con la igualdad otras fuentes de discriminación -por ejemplo, vivir en un municipio rural-, los procesos de empoderamiento pueden ser más largos o frágiles, porque las desigualdades se intensifican.


En algunas ocasiones, No todas las supervivientes se encuentran en la misma situación cuando enfrentan la violencia machista. Hay mujeres que solo pueden “resistir” a los hechos de dominación que enfrentan. Otras han dado un paso más y comienzan a “rebelarse” contra esos hechos de dominación. Por ejemplo, puede ser el caso de las mujeres que ponen una denuncia, pero luego la retiran. A partir de ahí se puede pasar a la subversión en el que la mujer es consciente de lo que le está pasando y de forma activa quiere empoderarse. En una última fase estaría el cambio o la transgresión, en la que “implica un pensamiento crítico, más complejo y alternativo, donde ya tengo conciencia de mi situación como superviviente de la violencia y la voluntad decidida de movilizarme en torno a mí”.  Lo personal es ya político. Aunque mi situación no haya cambiado, he cambiado yo.


Sara Ibarrola como investigadora constata que en la intervención que hacen los servicios las mujeres están en diferentes momentos. Algunas están en el momento de la “vivencia”, cuentan lo que les ha pasado, no se identifican como víctimas de violencia y viven su situación desde la culpa y el miedo. En otros las mujeres experimentan que lo que les ha pasado a ellas, comienza a haber desacuerdo con la situación y se comienza a generar mayor conciencia de la situación. A partir de ahí, donde el empoderamiento es consciente y las mujeres quieren empoderarse, como vía para reparar el daño que enfrentan, es más fácil que pasen a la acción. No quieren que lo que han vivido les pase a otras personas.


Sara Ibarrola comentaba qué empodera y qué no empodera a una mujer. “No empodera que no te crean, que se te escuche con descrédito o que te enjuicien. No empodera tampoco la dependencia crónica de los recursos sociales. Algunas mujeres pasan de depender de su pareja, a depender de los recursos y el proceso de empoderamiento se estanca. Muchas veces intervenimos de forma supremacista y maternalista al no verlas como iguales colocándonos en una posición superior a ellas y trasladando el modelo de poder de dominio patriarcal de dominio a la intervención. Porque hay muchos sesgos en la intervención que realizan los recursos que hay que desmontar, para contribuir al empoderamiento de las mujeres.


Por el contrario, empodera “que te crean, que la intervención social se haga por profesionales con formación en violencia machista; empodera que las mujeres no sean tratadas como receptoras o usuarias, sino como protagonistas”.


El proceso de empoderamiento impacta en diferentes dimensiones:  incide en la autoestima de las mujeres, que en el modelo patriarcal depende de la estima que las otras personas tengan de ella. Incide también en la autonomía y la toma de decisiones y en el autocuidado para el bien vivir. Las y los profesionales tienen que entender que los procesos son muy complejos y tienen tanto idas como venidas, porque no son estáticas.


Sara Ibarrola como asesora en políticas públicas considera importante ver qué es lo que impacta verdaderamente. “De lo que hacen los recursos públicos, ¿qué actuaciones colocan a la mujer en otras circunstancias?”. En su labor como investigadora ha analizado lo que impacta positivamente de las distintas actuaciones de atención. Indicadores que no se suelen tener en cuenta y que tienen que ver no con los resultados de la intervención, sino con su impacto en los procesos de empoderamiento. Por su experiencia, a través de la evaluación de recursos de acogida, por ejemplo, afirma que, en estos casos, impacta positivamente que la mujer conozca a otras mujeres y las reconozca, porque desmonta la misoginia. “Normalmente llegan solas y desoladas. La posibilidad de hacer redes de apoyo, desde la sororidad, con otras mujeres, impacta muy positivamente en sus procesos”. Impacta que tengan la posibilidad de aprender el idioma en esos recursos (muchas inmigrantes que tienen la primera oportunidad de practicarlo con otras mujeres). Impacta positivamente el apoyo psicológico de tipo terapéutico que reciben y los procesos que, con el apoyo del recurso, puedan hacer. Estos indicadores no se suelen tener en cuenta cuando se evalúan recursos de atención a la violencia contra las mujeres y son los que colocan a las mujeres, en sus procesos de empoderamiento, en otro lugar.