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Gipuzkoa ahora o para siempre

Impacto del cambio climático en algunas zonas singulares de Gipuzkoa. Cuánto ha cambiado nuestro entorno desde los tiempos de nuestros abuelos… y no ha pasado tanto tiempo. La sociedad avanza y eso supone cambios tanto en el estilo de vida como en el entorno. Hoy somos más de 7,8 billones de personas en la Tierra y vivimos en un mundo globalizado. La consecuencia más destacable de esto es el cambio climático que estamos viviendo.

El cambio climático es el cambio global del clima en la Tierra. Este cambio se produce por causas naturales y por la acción humana y se produce en todos los parámetros climáticos: temperatura, precipitaciones, nubes, etc., a escalas temporales muy diferentes.

La Tierra, hace unos 4.500 millones de años desde su creación, ha sufrido numerosos cambios climáticos, donde se han producido varios ciclos glaciares e interglaciares. Se dice que estos se han producido por diferentes causas naturales, entre las que habría cambios en la composición de la atmósfera, en la órbita terrestre, en la radiación cósmica o en el campo magnético.

Desde el inicio de la industrialización, y en particular a partir de la década de 1980, la concentración de gases de efecto invernadero ha aumentado significativamente en la atmósfera por la excesiva combustión de combustibles fósiles, tanto de metano como de óxidos nitrosos, pero especialmente de CO2. Por ello, más calor del necesario está quedando atrapado en la atmósfera y la temperatura de la superficie de la Tierra está subiendo. Por esa razón, los científicos han alertado de que la situación climática que padecemos se debe a las actividades humanas.

 
 

Deba

Estuarioa

Importantes ríos guipuzcoanos como el Deba han estado influenciados directamente por siglos de actividad humana. De ahí que la cuenca del Deba haya sufrido un tremendo deterioro ecológico debido a la fuerte presión demográfica e industrial que, en parte, se mantiene hasta nuestros días. Todos los impactos físicos y biológicos que han dejado estas actividades en el fondo de los ríos han sido transportados a través de sus cauces, hasta los estuarios y de ahí al mar. 

Llamamos estuario a la zona de la desembocadura del río en la que se combinan agua dulce y salada. La mezcla de aguas produce grandes gradientes ambientales y una gran variabilidad de parámetros fisicoquímicos. Dan cobijo a comunidades ecológicas con abundancia de plantas y animales y ofrecen hábitats importantes para muchos peces, aves y mariscos. Los estuarios ofrecen un abanico de valiosos servicios ecosistémicos para humanos, como el suministro de alimentos, la filtración de agua, la regulación de nutrientes y la protección contra las tormentas.

Estos sistemas son importantes porque tienen unas condiciones muy especiales para algunas especies, así como por disponer de información geológica crítica para la reconstrucción de las condiciones ambientales costeras en los últimos 10.000 años, ya que los sedimentos cuentan con las firmas geológicas adecuadas para llevar a cabo la reconstrucción ambiental.

Al ser una de las zonas costeras más sensibles, los estuarios están en peligro, entre otras razones, a causa del cambio climático que hemos provocado. El estuario es especialmente vulnerable al calentamiento global y se ve afectado por tres cambios: por la cantidad y calidad del vertido de agua dulce; por las fluctuaciones del nivel del mar y las características del agua marina; y por las interacciones entre el agua y los gases, especialmente el CO2, como el intercambio de calor, la evaporación y las precipitaciones o el viento.

¿QUÉ PASARÁ?

El cambio climático implica una mayor frecuencia de tormentas. Estas grandes cantidades de agua pueden provocar el desbordamiento de los cauces, por lo que las zonas inundables serán mucho más amplias. Las tormentas pueden provocar una erosión severa, sedimentación y migración de sedimentos en el estuario. Además de estos, también se transportan materia orgánica beneficiosa y alimentos, pero también contaminantes. Todo ello reducirá el tiempo que tarda el estuario en recuperarse de las consecuencias de estos episodios extremos.

Asimismo, se espera que aumente la salinidad de los estuarios y de los acuíferos de agua dulce y que se modifiquen los niveles de marea. El balance entre agua salada y agua dulce, dominante a lo largo del tiempo, marcará la evolución del estuario, si seguirá siendo un estuario dominado por el río o si se convertirá en un estuario dominado por las mareas, modificando el funcionamiento que ha tenido hasta la actualidad y, por tanto, transformando el paisaje y el ecosistema.

Si las temperaturas suben, simultáneamente elevará la temperatura del agua del estuario, aumentando la temperatura de los sedimentos, que afectará a la fauna y flora, sobre todo la del fondo. Todos estos efectos provocarán cambios en la distribución, biodiversidad y productividad de las especies en el futuro y afectarán directamente a la acumulación y obtención de sedimentos.

En los últimos siglos, especialmente desde el inicio de la industrialización, la influencia humana está siendo notable en los ecosistemas naturales. Las señales de actividad humana son el resultado de tres procesos vinculados entre sí: rápido crecimiento de la población humana, rápido desarrollo tecnológico y mayor consumo de recursos. 

A mediados del siglo XX se produce el incremento de las tres actividades mencionadas y con ellas el aumento de la temperatura global. En opinión de algunos geólogos, por eso y, demostrando que el cambio climático tiene un origen antrópico, hemos entrado en una nueva era geológica llamada antropoceno.

Se llama antropoceno porque es una época en la que se está produciendo un cambio profundo y rápido en la geología de la tierra debido a los impactos humanos, entre los que se encuentra el cambio climático actual. Este cambio es lo suficientemente grande como para dejar una señal geológica persistente en los sedimentos y en el hielo.

Deba es un estuario singular, ya que es el único que tenemos en Euskadi, dominado por el río y no por el mar. Los estuarios dominados por los ríos están relacionados con el gran suministro de sedimentos fluviales. Teniendo en cuenta que el desarrollo y crecimiento del pueblo de Deba se ha producido, como muchos otros, en el entorno del río, los efectos de los humanos en su aprovechamiento se pueden observar en los sedimentos que llegan a la ría que muestran una tendencia ascendente de actividades antropogénicas, como los sedimentos recientes con mayor concentración de metales de traza industrial. La concentración de metales en sedimentos nuevos y modernos es una de las firmas de impacto antropogénico más importantes en los estuarios de todo el mundo.

La mayoría de los sedimentos antropogénicos actuales son mineros, de gestión de residuos y de urbanización. A un nivel similar, la fabricación de plásticos, que comenzó a principios del siglo XX, ha crecido considerablemente desde los años cincuenta y ha logrado una producción anual equivalente a la de toda la biomasa humana.

Los plásticos y el cemento producen una gran cantidad de tecnofósiles, restos geológicos en las capas que ahora se están formando. Hoy en día, muchos granos de arena y piedra son materiales creados por el hombre, como el cristal redondeado, los trozos de ladrillo, el cemento y cada vez más trozos de plástico. Estos plásticos, sobre todo el microplástico, se han encontrado en los sedimentos de las playas de todo el mundo y también en el fondo marino, en su mayoría en forma de fibra.

Como hipótesis podemos tomar la playa de Gorrondatxe y Tunelboca (Bizkaia). Se han acumulado sedimentos y se han formado rocas integradas con ellos. ¿Quién no nos dirá que las rocas de la zona de Deba y el Geoparque de la Costa Vasca no estarán formadas con trozos de algunos plásticos y materiales? 

Que el plástico no formara parte de la geología de la Tierra sería una muy buena noticia. El recorrido que haga el antropoceno dependerá de las decisiones y acciones que tome hoy y de las decisiones que tome la sociedad global en las próximas décadas.

 
 

Zumaia

Flysch

Desde su creación hace unos 4.600 millones de años, la tierra ha sufrido numerosos y constantes cambios que los humanos hemos enmarcado en diferentes eras geológicas. Estas eras y cambios son visibles en el flysch de Zumaia, una formación geológica que se formó a través de los procesos del movimiento de la tierra, y formada por capas que alternan materias duras y blandas que se han ido sedimentando y acumulando en el fondo marino.

El flysch de Zumaia es un referente de gran valor, no sólo en el País Vasco, sino también a nivel mundial, ya que proporciona información geológica muy precisa para entender algunos de los hitos más importantes de la formación del planeta. Hay que decir que estos estratos tienen 20 millones de años en Zumaia, pero si se suman Deba y Mutriku, es decir, todo el Geoparque de la Costa Vasca, llegan a los 60 millones de años.

Estos espacios, además de los valores culturales y científicos, nos proporcionan servicios ecosistémicos, es decir, debido a sus funciones, los seres humanos obtenemos, directa o indirectamente, beneficios. Entre ellos se encuentran los valores geosistémicos (minerales, soporte, protección...) que, aunque no son muy visibles, son necesarios para que la vida avance.

El flysch está en contacto con el mar y como consecuencia del cambio climático la temperatura del agua del mar está subiendo. Un agua más caliente hace que el mar tenga más energía. Se anuncia que los temporales marítimos serán más intensos y frecuentes y el oleaje mayor hará que el mar entre más en tierra. Los estudios ya han revelado, en los resultados de los cambios a largo plazo, un aumento de los temporales en el norte peninsular. Además, en la costa cantábrica la altura de ola significativamente ha aumentado (0,2 cm/año), cambios que han sido más intensos y significativos durante el invierno.

¿QUÉ PASARÁ?

Muchos fenómenos meteorológicos extremos se deben a la variabilidad natural del clima. Sin embargo, se espera que el cambio climático altere la frecuencia, intensidad, extensión espacial y duración de estos fenómenos. De hecho, el IPCC reconoce que con el aumento de temperatura de 0,5 ° C que se ha producido en la escala global, ha aumentado la frecuencia de episodios extremos (olas de calor, sequías, inundaciones, huracanes) y si continúa esta subida de temperatura, es probable que se intensifique más en el futuro.

Dado que la atmósfera con más dióxido de carbono tiende a calentarse, tiene más capacidad para almacenar vapor de agua y hay más probabilidad de desarrollar fenómenos meteorológicos energéticamente extremos.

El aumento de vientos, tormentas y precipitaciones produce los episodios de subida del nivel extremo del mar y los riesgos en la costa. El aumento de la intensidad y de la magnitud media de estos episodios hará que los riesgos sean aún más graves, especialmente en un contexto en el que las emisiones de gases de efecto invernadero se mantienen en niveles elevados, donde aumentará la erosión costera, y los acantilados se colapsarán por la deforestación de la base, generando graves problemas urbanísticos.

En el futuro, a nivel mundial, se producirá un desequilibrio litostático, porque las desapariciones de grandes masas de hielo continentales provocarán un reajuste de las placas tectónicas debido a la liberación del peso del hielo que soportan durante un corto periodo de tiempo, lo que generará terremotos y movimientos tectónicos en las zonas de contacto entre las placas.

En el caso del Geoparque de Zumaia supondrá, en principio, que el desgaste en los acantilados puede ser algo más violento, pero no deja de ser una sospecha, ya que, al no hacerse mediciones en los acantilados, no sabemos a qué velocidad se desgastan.

A pesar de este aumento de la erosión, se estima que el impacto en el flysch será mínimo, eso sí, siempre que estemos hablando de un breve periodo de tiempo. Como se ha dicho no hay mediciones y en geología las mediciones se realizan en tiempo geológico, donde la unidad de tiempo más pequeña es un millón de años.

El planeta tiene unos 4.600 millones de años y durante este tiempo ha sufrido muchos cambios, El ser humano tiene solo 2,5 millones de años y esto nos lleva a tomar conciencia del poco tiempo que llevamos en este planeta y del impacto que hemos producido en ese periodo tan corto, siendo capaces de arruinar muchos de sus sistemas, y provocando, como se ha dicho, diferentes efectos, como el aumento de la temperatura (entrando, en opinión de algunos geólogos, en una nueva era, el antropoceno).

Como consecuencia de todo lo anterior, en el futuro los acantilados como el de Zumaia retrocederán y las playas delimitadas por acantilados, como la de Itzurun, no tendrían a dónde desplazarse, ya que la marea alta del mar llegará más arriba y puede quedar bajo el agua porque tiene un acantilado detrás. Desaparecerán zonas de marcado interés geológico, lo que supondrá una pérdida de geodiversidad y, por tanto, de patrimonio científico y cultural.

En zonas costeras topográficamente más altas, en principio tendría un impacto menor, pero en una localidad como Zumaia, construida en torno a un estuario, remodelaría la morfología local y generaría problemas urbanísticos.

Además, localmente, como consecuencia de la subida del nivel del mar y la entrada de más olas en la costa, se introducirán masas de agua salada en los acuíferos costeros, en ocasiones con riesgo de contaminación de aquellos que sirven para abastecer a las poblaciones vecinas.

Diecisiete de las treinta y siete áreas de interés geológico ubicadas en Gipuzkoa se verían afectadas según el inventario del Gobierno Vasco de 2015, siendo especialmente sensibles las zonas del flysch de Zumaia. La pérdida de todos estos espacios o zonas de interés geológico tendría un impacto muy negativo, no sólo por la desaparición de aspectos relacionados con el interés científico, la estética, la didáctica y la conservación del recurso geológico, sino también por la desaparición de un potencial geoturístico incuestionable.

Si midiendo el tiempo a escala humana hemos sido capaces de observar los efectos y consecuencias que  ha producido el cambio climático, muy pronto, esas transformaciones serán visibles a escala geológica.

 
 

Donostia

Kontxako Badia

En el mismo centro de San Sebastián, la bahía de La Concha ocupa el espacio entre los montes Igeldo y Urgull, con las playas de La Concha y Ondarreta y en el centro, con la isla de Santa Clara. Por otro lado, entre el río Urumea y el monte Ulía se encuentra la playa de la Zurriola.

Estas playas, debido a su incomparable ubicación, dan a la ciudad su carácter y ofrecen importantes servicios. Las playas protegen a la población que vive cerca del mar porque amortiguan el embate de vientos y olas de fuertes tormentas; asimismo, las playas ofrecen hábitats especiales a muchas plantas y animales. Asimismo, controlan la erosión que sufre la superficie terrestre por la acción de las fuerzas naturales, que acumulan y estabilizan los sedimentos, así como el carbono atmosférico.

Además de todo ello, a lo largo de los siglos, su extraordinaria ubicación entre el mar y la tierra ha hecho que las playas y dunas costeras ofrezcan a los seres humanos importantes servicios como materias primas, control de erosión, captura y limpieza de agua, conservación de la vida silvestre, secuencia de carbono, y turismo, ocio, educación e investigación.

Pero, la protección de la costa es, sin duda, uno de los servicios más valiosos que ofrecen los ecosistemas de playa, sobre todo ante la subida del nivel del mar.

Uno de los principales efectos del cambio climático es la subida del nivel del mar. Este aumento del nivel del mar es una de las consecuencias más evidentes del deshielo que provoca el calentamiento global. El deshielo de las masas marinas no afecta directamente al nivel del mar, puesto que ya está ocupado, pero al ser adicional el deshielo procedente de tierra, influye en el volumen que se encuentra en el mar.

El nivel del mar subió 23 centímetros entre 1880 y 2015 y según las últimas medidas de la NASA (diciembre de 2019) la tasa de variación es de 3,3 mm anuales, no sólo por el deshielo, sino también por el proceso de dilatación térmica, en el que ha participado. Este proceso significa que el volumen aumenta cuando el agua se calienta, ya que aumenta el movimiento vibratorio de las moléculas por efecto del calor, por lo que el volumen que adquieren es mayor. En consecuencia, se estima que aproximadamente la mitad de la subida del nivel del mar que se produjo a lo largo del siglo pasado se debe a que los océanos al calentarse ocuparon más espacio.

¿QUÉ PASARÁ?

Según el Informe Especial sobre Escenarios de Emisiones del IPCC, a finales de este siglo el incremento podrí a oscilar entre 0,22 y 0,44 metros, aunque no es uniforme en todo el mundo, por encima del nivel de 1990. Como consecuencia inmediata, habría problemas urbanísticos y de abastecimiento de agua potable. También afectaría a ecosistemas bioló-gicos completos que podrían desaparecer.

Según el Informe Especial sobre Escenarios de Emisiones del IPCC, aunque no es uniforme en todo el mundo, se estima que el incremento podría oscilar entre 0,22 y 0,44 metros a finales de este siglo, por encima del nivel de 1990. Como consecuencia inmediata, habría problemas urbanísticos y de abastecimiento de agua potable. También afectaría a ecosistemas biológicos completos que podrían desaparecer.

Se utilizan distintos escenarios climáticos basados en diferentes escenarios de emisiones para analizar la situación futura, que se basan en supuestos sólidos y coherentes. No son predicciones, pero son útiles porque ofrecen un panorama de las consecuencias que tendría la evolución de las diversas situaciones y medidas.

Pues bien, esta es la situación que se podrá dar en las playas donostiarras: en el escenario más favorable, La Concha y Ondarreta, tendrán un retraso de 4 metros de línea para 2030, 7 metros para 2050 y 14 metros a finales de siglo, donde en el año 2100 solo sube 1° C y el nivel de CO2 sería de 421 partes por millón (ppm). En cambio, en un escenario más pesimista, donde la temperatura de la tierra podría subir 4° C y habría 936 ppm de CO2 para 2100, se han estimado retrasos de hasta 20 metros. Por otro, la playa de la isla de Santa Clara tiene valores de retardo menores, de 1, 2 y 5 metros, respectivamente, para los años 2030, 2050 y 2100. Sin embargo, dada su anchura actual, sólo aparecería en bajamar para finales de este siglo, y sería aproximadamente la mitad de su anchura actual. Por último, la playa de la Zurriola presenta el retroceso más acusado de la línea de costa, siendo 1,5 veces superior a las otras dos en todos los escenarios: 7, 11 y 24 m, para los años 2030, 2050 y 2100 y hasta 33 metros en el más pesimista.

Como consecuencia, puede contaminar acuíferos y tierras rurales cercanas a la costa y afectar al alcantarillado urbano, ya que el agua salada es muy corrosiva. Puede aumentar la erosión y aumentar los episodios de inundación del litoral, ya que la cantidad de energía que recibe junto con el calentamiento del océano es mayor, aumentando la probabilidad de que se produzcan temporales y olas más fuertes. Con más agua y más energía se espera que los embates de olas y tormentas sean más intensos y abundantes. Esto puede influir negativamente en el aspecto socioeconómico y biológico.

Este desequilibrio tendrá también consecuencias en la pesca, ya que afectará al ciclo de vida y a la distribución de las especies. Los grupos sociales que viven del océano se verán más afectados por este ascenso y muchos perderán su materia prima y su área de vida, se verán obligados a migrar, convirtiéndose en refugiados climáticos.

Quizá los habitantes de la tan apreciada primera línea de la Bahía de La Concha también tengan que refugiarse en otros campos de San Sebastián en el futuro.

 
 

Deba garaia

Oñati

Actualmente el 69,5% de la superficie de Gipuzkoa está cubierta por bosques. No obstante, hay que tener en cuenta que el bosque es un ecosistema natural, una zona con una cobertura arbórea de al menos media hectárea y un 40% de cobertura arbórea, compuesta por especies locales, madera muerta y árboles de diferentes edades, y que en Gipuzkoa se propagan principalmente pinares y otras plantaciones. Muchos dicen que no se pueden considerar bosques, precisamente son plantaciones, especies exóticas plantadas en otro tiempo de una manera homogénea y ordenada, pero que ya llevan años integradas en nuestro paisaje, sobre todo para la explotación maderera.

Conscientes de la importancia de sus bosques, tenemos el hayedo de Iturrigorri, en Oñati. Los hayedos vascos son importantes, ya que además de tener continuidad entre las poblaciones del Cantábrico, los Pirineos y la península Ibérica, conservan un valioso patrimonio cultural y etnográfico. Asimismo, existe un paisaje propio de los hayedos vascos, formado por hayas trasmochas.

Contar con bosques sanos y naturales nos reportará numerosos beneficios, puesto que los bosques actúan como esponjas, influyen en la distribución del agua superficial y subterránea y sostienen el suelo con sus raíces, dificultando que el agua se lleve la tierra. Por tanto, controlan la erosión, así como la creación, conservación y recuperación del suelo.

Además, los bosques son determinantes en el ciclo del carbono y, por tanto, en la regulación del clima. Las plantas de los bosques fijan y acumulan mucho carbono a través de la fotosíntesis, y también a través de la hojarasca se almacena abundante carbono en el suelo. Por ello, los bosques son depósitos de carbono a largo plazo. Como vivimos en una época de cambio global, en la que es imprescindible reducir drásticamente las emisiones de carbono, retirar el carbono de la atmósfera y mantenerlo almacenado a largo plazo contribuye a suavizar el cambio global.

Pero el papel de los bosques ante el cambio climático es doble, ya que son causa y solución a las emisiones de gases de efecto invernadero.

Los ecosistemas forestales son sensibles al clima. El cambio climático tiene efectos significativos sobre la distribución de las especies, la tasa de crecimiento, la estructura de los bosques y su reproducción. Las dinámicas forestales están cambiando y la tasa de mortalidad de los árboles va en aumento. Además, si los bosques son utilizados para su explotación, se liberará el mayor porcentaje de carbono acumulado que existe en los árboles y en el suelo circundante. Y cuando vayamos minando su área, perderemos más áreas de acumulación. 

Como se ha dicho, los bosques son una de las soluciones más importantes para hacer frente a los efectos del cambio climático. Aproximadamente 2.600 mil millones de toneladas de CO2, un tercio del CO2 que se libera al quemar combustibles fósiles, es absorbido anualmente por los bosques.

¿QUÉ PASARÁ?

Los niveles de dióxido de carbono también influyen en el crecimiento de las plantas. La alta cantidad de CO2 afecta positivamente al crecimiento de los árboles, ya que ellos lo necesitan para vivir, respirar, crecer. Pero, se ha visto que este crecimiento se da hasta un punto, ya que si la cantidad de CO2 es excesiva se puede producir el efecto contrario, que el crecimiento sea menor.

El cambio climático está modificando la frecuencia y la intensidad de las alteraciones, como plagas de insectos, especies invasoras, incendios forestales y tormentas. Con el aumento de la temperatura la renovación de los bosques es más baja y esto reduce su resiliencia y las alteraciones romperán más la estructura, composición y función del ecosistema forestal.

Aunque muchos árboles son resistentes a cierta sequía, la sequía futura puede tener efectos más nocivos que los habidos en el pasado. En el caso de Gipuzkoa, los incendios forestales no son considerados un peligro actual, pero los aumentos de temperatura previstos en un futuro pueden agravar este problema, sobre todo en las plantaciones, que son especies más inflamables.

La situación climática también altera las distribuciones geográficas de algunas especies arbóreas, desplazándolas hacia el norte o a alturas mayores, perjudicando a algunas especies pero beneficiando a otras para adaptarse al nuevo hábitat. Algunas especies que actualmente solo se encuentran en las cumbres montañosas de algunas zonas pueden desaparecer puesto que no pueden desplazarse a alturas superiores. El bosque de Iturrigorri, por ejemplo, puede llegar a ser un bosque mediterráneo que puede vivir en menor humedad, cambiando su valor.

Hay muchos bosques nuevos (menos de 140 años), muy pocos viejos, en los que también se esperan cambios con el tiempo. De hecho, se enfrentan al cambio climático y éste les limitará. Por ejemplo, ya se ha visto que la altura de los árboles es más baja, ya que los más altos son más vulnerables tanto a las plagas como a los vientos, y también tienen más dificultad para subir el agua.

Los bosques, cada vez más naturales, variados y heterogéneos, tendrán más posibilidades de hacer frente al cambio climático, ya que son más resilientes. Se ha observado que los bosques autóctonos son más eficientes que las plantaciones de árboles de composición más simple en la acumulación de carbono, en el abastecimiento de agua y, especialmente, en combatir la erosión del suelo y como depósito de la biodiversidad, lo que los hace todos más resilientes y más aptos para el bienestar humano. Las plantaciones arbóreas, en cambio, son ineficaces y no serían adecuadas para combatir el cambio climático, pero son mejores para producir madera si se mira sólo el valor económico.

Por lo tanto, para seguir disfrutando de los bosques naturales, robledales, encinares, hayedos, marojales y alisedas de Gipuzkoa y aumentar los beneficios de los bosques, como en Iturrigorri, es necesario proteger más bosques naturales, gestionar los bosques de una manera más sostenible y recuperar los que hemos perdido.

 
 

Bidasoa

Las marismas de Txingudi

En la desembocadura del Bidasoa se forman las marismas de Txingudi, conocidas por ser un lugar excepcional para avistar aves, ya que las aves migratorias que van desde el norte de Europa al sur de la Península Ibérica o a África, pasan por nuestras tierras para evitar la cordillera pirenaica al este y el mar Cantábrico al oeste, deteniéndose para reponer fuerzas. Por ello, Txingudi forma parte de la Lista de Humedales de Importancia Internacional Ramsar, título que se otorga a los humedales por ser ecosistemas muy valiosos y de importancia superior para las aves.

Los humedales se consideran uno de los ecosistemas más productivos para las aves porque crean una enorme cantidad de materia prima, y a través de la fotosíntesis, pueden secuestrar y acumular carbono activamente como biomasa vegetal, acuática o materia orgánica en el suelo, el llamado carbono azul.

A pesar de cubrir solo el 1,5 % de la superficie de la tierra, los humedales proporcionan un 40 % de los servicios ecosistémicos globales. En el caso de humedales como las marismas, se destaca la acumulación de carbono, la protección ante las inundaciones y la obtención de alimentos. Resultan importantes frente a la erosión, funcionan como depuradoras naturales, mantienen la pesca, fomentan el turismo y poseen valores recreativos, educativos y de investigación muy importantes.

Son unos ecosistemas muy fuertes y resilientes, puesto que están entre el agua y la tierra y expuestos a constantes cambios de mareas. Sin embargo, aproximadamente la mitad de las áreas de humedales del mundo se han perdido y las condiciones de los restantes humedales están empeorando. El cambio climático se identifica como una gran amenaza para los humedales.

¿QUÉ VA A PASAR?

Se prevé que el cambio climático produzca un aumento de las inundaciones, las sequías, la cantidad de días de exceso de calor y el aumento de la frecuencia de tormentas severas, que afectarán a los humedales. 

Ubicadas en el margen tierra-océano, las marismas saladas son especialmente vulnerables a los efectos del cambio climático global. El clima, y fundamentalmente la subida de la temperatura, afectan directamente a las tasas de los procesos biológicos y químicos en las marismas, incluida la fotosíntesis, la transpiración, la descomposición, el ciclo de nutrientes y la acumulación de materia orgánica.

Todo ello puede cambiar la función de un humedal hasta el punto de que algunos servicios ecosistémicos importantes pueden convertirse en diservicios ecosistémicos, es decir, contrastes entre los servicios.

El aumento del nivel del mar crea estrés en los ecosistemas costeros. Una respuesta de los mismos será la migración hacia tierra debido a la subida del nivel del mar, las marismas irán perdiendo terreno y tendrán que retroceder. En cuanto a las marismas y estuarios de Txingudi, que se encuentran en una bahía fuertemente antropizada, la inundación marina afectará principalmente a terrenos bajos que no se encuentran protegidos por infraestructuras específicamente diseñadas para ello.

Esto, a su vez, provocará que las lluvias y tormentas más intensas que se prevén introduzcan más el mar en tierra, afectando a muchas marismas. Los hábitats del litoral –dunas y marismas– son los que cuentan con un mayor número de especies extintas, siendo la reducción del hábitat el principal factor de amenaza.

Las altas temperaturas aceleran el proceso de descomposición. Una tasa de descomposición más alta que la producción primaria puede conducir a un cambio de su función de ser un sumidero de carbono a una fuente. La pérdida de material vegetal de las marismas después de las perturbaciones por el cambio climático podría reducir esta capacidad de captura de carbono, la reducción de la biomasa vegetal total reducirá la contribución de captura a través de la fotosíntesis, se perderá el almacenado en el material vegetal mismo (carbono estructural) debido a la muerte de las plantas y, quizás lo más importante, la perturbación de las marismas salinas podría provocar la liberación de carbono sedimentario antiguo enterrado a través de la erosión, la lixiviación y la mineralización microbiana.

La superficie ocupada por humedales en Gipuzkoa se ha reducido en un 7,1 % desde 2005. La pérdida de humedales tiene consecuencias sobre la biodiversidad del territorio al proteger hábitats de interés comunitario y especies amenazadas.

El clima tiene repercusiones sobre los fenómenos biológicos de ritmo periódico, como el florecimiento o la migración de aves. Las aves, sobre todo migratorias, son muy sensibles a estas variaciones. Si alguno de esos factores cambia, la estrategia migratoria podría llegar a no ser viable, afectando al comportamiento, reproducción, supervivencia, migración y distribución geográfica de las aves. Así, el aumento de las temperaturas asociado al cambio climático podría hacer que las aves cambiaran su comportamiento al depender en mayor medida de la vegetación de las marismas, que podría estar disponible durante menos tiempo debido al aumento del nivel del mar. La crianza exitosa de crías de nidos en marismas disminuirá a medida que menos vegetación disponible permanezca por encima de las mareas de primavera en los meses de verano. Además, la compresión costera reducirá el área total de las marismas, reducirá la productividad primaria y reducirá el tiempo disponible para que las aves se alimenten, descansen y aniden.

El calentamiento de las temperaturas, el aumento de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera y los cambios en la frecuencia e intensidad de las precipitaciones alterarán los procesos ecológicos. Junto con el cambio climático, estos factores de estrés pueden desmantelar los ecosistemas existentes y provocar la aparición de otros nuevos, alterando aún más los beneficios que los humedales brindan a la sociedad.

Las marismas de Txingudi son unas marismas restauradas, es decir, ya se han perdido una vez, pero podría volver a pasar, afectando gravemente no solo a la población de aves sino a los ciudadanos.

 
 

Goierri

Aralar

El valor que tienen muchas áreas naturales es alto y los humanos nos esforzamos por protegerlas. Aralar fue declarado Parque Natural en 1994 por la belleza de sus paisajes, la variedad y singularidad de su flora y fauna, la importancia histórica de su ganadería, por los monumentos megalíticos que alberga y al uso recreativo que muchos montañeros dan a la sierra. Así, se trata de una zona de gran biodiversidad y de múltiples ecosistemas.

La diversidad biológica es imprescindible para que se den las funciones necesarias para el avance de los ecosistemas. Es fundamental para los procesos que garantizan toda la vida en la tierra, incluida la humana. Sin una gran cantidad de animales, plantas y microorganismos, no podemos disponer de ecosistemas sanos en los que basarnos para abastecernos del aire que respiramos y de la comida que ingerimos. Es decir, la biodiversidad garantizará la existencia de servicios ecosistémicos, que obtengamos beneficios.

La biodiversidad se está viendo amenazada desde hace tiempo y el cambio climático empeora la situación. La temperatura media en Gipuzkoa ha subido 1,2 ° C y tenemos 30 días de calor más al año. El verano se ha alargado un mes y, de seguir así, podemos llegar, en el peor de los escenarios, a una subida de 3-4 ° C a finales de siglo. Las temperaturas diurnas mínimas y máximas irán en ascenso, siendo más acusado el ascenso de las temperaturas mínimas.

Se ha observado que el aumento de estas temperaturas mínimas puede ser un factor limitante importante para la distribución de las especies. Debido a que en la segunda mitad del siglo XX la temperatura mínima ha subido más rápidamente que la máxima, es posible que se produzcan mayores cambios en los patrones de biodiversidad. Pero fueron las presiones humanas anteriores a la situación de emergencia climática las que pusieron en marcha esta pérdida de biodiversidad: sobreexplotación, contaminación, propagación de especies invasoras y pérdida de hábitats.

Esto último se debe a los cambios en el uso del suelo, motivados tanto por los cultivos agrícolas como por la expansión urbana, la construcción de carreteras y otras causas, y es la principal causa de pérdida de biodiversidad mundial. Además de perder la cantidad neta de hábitat natural, forman fragmentos de hábitats de distinto tamaño y distancia, es decir, se produce una fragmentación de hábitats.

A las presiones anteriores se añade otra, la del cambio climático, también provocada por humanos.

¿QUÉ PASARÁ?

Sin duda, el aumento de las temperaturas, el cambio en los patrones de precipitaciones, etc. traerán consigo una redistribución de los ecosistemas que hoy conocemos. La distribución de las especies vegetales y animales está condicionada por los parámetros ambientales más adecuados para completar los ciclos de vida, pero se ha observado que estos parámetros están cambiando. El cambio de distribución y los movimientos de las especies son posibles porque los hábitats están conectados entre sí.

Junto a la aceleración del cambio climático, la actividad humana provoca la fragmentación de las zonas donde se encuentran las poblaciones y las comunidades biológicas. Las partes que se forman son distintas del hábitat original: son más pequeñas, están aisladas en mayor o menor medida y tienen efectos de borde.

Estas diferencias provocan cambios de abundancia en las especies y sus relaciones ecológicas. La fragmentación, ya sea de origen natural o artificial, limita las respuestas de los organismos al cambio climático. Aumenta la posibilidad de extinción de las especies al dificultar los movimientos diarios y estacionales, reducir las tasas de dispersión y reducir la posibilidad de colonizar zonas que puedan ser hábitats idóneos en futuras situaciones climáticas.

El cambio climático debilita los ecosistemas, aumentando la temperatura, la lluvia, la sequía y la frecuencia de enfermedades, provocando desequilibrios en los ecosistemas y perdiendo la capacidad de realizar correctamente sus funciones, entre ellas la función de conectividad.

Los estudios sugieren que en las próximas décadas el cambio climático puede superar a la destrucción del hábitat como la mayor amenaza global de la biodiversidad. Se le sugiere, sobre todo, una disminución del estado físico de las zonas, que se expresan a diferentes niveles y que afectan a individuos, poblaciones, especies, redes ecológicas y ecosistemas. En los niveles de biodiversidad más básicos, el cambio climático es capaz de reducir la diversidad genética de las poblaciones debido a la selección natural y a la migración rápida, lo que puede afectar al funcionamiento y resiliencia de los ecosistemas. Se espera que las especies individuales respondan de forma diferente al calentamiento climático y que los efectos más importantes sean a nivel comunitario.

Además, la biodiversidad de montaña se asocia a especies raras y frágiles muy sensibles al cambio climático. Los ecosistemas de montaña adquieren un alto grado de biodiversidad y están especialmente amenazados por la presencia de pequeñas áreas de distribución, pequeñas capacidades de dispersión y especies con altos niveles de especialización fisiológica y ecológica. Las especies más afectadas serán las de gran altura, adaptadas a situaciones de alta altitud. Es decir, dado que Aralar es una zona de montañas relativamente bajas, las especies que necesiten una zona superior no tendrán a dónde ir y existe el peligro de perderlas; es el caso del acónito azul de los Pirineos o la pimpinela mayor, que ya están incluidos en las listas de especies amenazadas.

El valle de Sakana, por ejemplo, es una zona de gran interés para el enlace faunístico entre las sierras de Aralar y Urbasa-Andia y es imprescindible para especies especialmente sensibles a la fragmentación del hábitat como el escarabajo eremita, la rana saltante forestal, el pico mediano o el murciélago Bechstein, entre otros.

Numerosos estudios han demostrado que las especies pueden dar respuestas a nuevas situaciones, a través de la llamada plasticidad o resistencia ecológica, donde realizan pequeños cambios en su morfología y funciones; o mediante la microevolución, donde se seleccionan determinadas mutaciones y genotipos de adaptación en muy pocas generaciones.

La cuestión es si las especies serán capaces de desenvolverse con relativa rapidez para seguir el ritmo del cambio climático y combatir la fragmentación.

 
 

Tolosaldea

 

Pasamos toda nuestra vida sobre el suelo, pero, en general, tenemos un bajo nivel de conciencia de que este es un medio vivo y cambiante que también nos afecta.

En Euskadi valoramos mucho los productos autóctonos, y qué decir en Tolosaldea donde las alubias y los pimientos son famosos. A pesar de que Tolosaldea es un entorno industrializado, la actividad agraria sigue viva y tiene una importancia económica y cultural notable. La mayoría de los caseríos disponen de huerta para su consumo, pero algunos de ellos venden sus hortalizas en mercados semanales, siendo la feria del sábado en Tolosa una de las más destacadas de Gipuzkoa. Este cambio climático puede tener un impacto profundo en nuestros suelos y cultivos, poniendo en cuestión las producciones de estos productos tan queridos y apreciados en la cocina vasca y dificultando las gestiones de las huertas.

El suelo es una de las partes más importantes y variadas de la biosfera y se considera uno de los ecosistemas más complejos de la naturaleza: un solo gramo de tierra sana contiene millones de organismos que contribuyen a ciclos globales que interactúan y hacen posible la vida. Un suelo vivo y sano es un aliado fundamental para la seguridad alimentaria, así como para combatir el cambio climático.

Abarca la cuarta parte de la biodiversidad de nuestro planeta, siendo un elemento clave para la seguridad alimentaria y la alimentación. Se calcula que el 95% de los alimentos que consumimos están producidos directa o indirectamente en nuestras tierras. Por lo tanto, los alimentos de calidad y saludables solo se pueden conseguir si nuestros suelos están sanos.

Los suelos son fundamentales en el equilibrio de los ecosistemas, al retener sustancias funcionan como filtros y amortiguadores, protegen las aguas subterráneas y superficiales de la entrada de agentes nocivos, y transforman los compuestos orgánicos, descomponiéndolos o modificando su estructura, logrando su mineralización. Los suelos contribuyen a la adaptación y a combatir el cambio climático, ya que desempeñan un papel importante en el ciclo del carbono, capturándolo y reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Después de los océanos, el suelo es el segundo mayor sumidero natural de carbono.

Debido a la actividad humana y al cambio climático, se calcula que el 33% de los suelos del mundo han sido degradados. Los periodos prolongados de sequía, las precipitaciones más intensas y las temperaturas más altas previstas por el cambio climático pueden poner en peligro el funcionamiento y la fertilidad habitual de cada suelo.

¿QUÉ PASARÁ?

El agua y el viento, junto con los cultivos, erosionan la zona. El cambio climático acelerará la degradación de los suelos y los suelos de determinados ecosistemas no estarán en buen estado de salud para la prestación de bienes y servicios comunes.

Las principales amenazas de los suelos de Euskadi son la erosión, el sellado, la pérdida de materia orgánica y la pérdida de biodiversidad en el suelo, que también se verán afectadas por el cambio climático. Teniendo en cuenta que vivimos en una zona bastante abrupta y donde llueve mucho, ya existe el riesgo de que aumente la erosión por el cambio climático. 

En el futuro, se esperan menos precipitaciones, aunque serán más intensas, seguidas de largos periodos de sequía que afectarán que afectarán a las características físicas, químicas y biológicas del suelo.

Las tormentas más intensas también aumentarán el riesgo de inundaciones. En Tolosa y en los pueblos de alrededor son muy frecuentes las inundaciones y sus altos niveles. Los suelos de la zona de inunda-ción son bastante resilentes porque están acostumbrados, pero si estas inundaciones son cada vez mayores, tanto las tierras como la población e infraestructuras, sufrirán un mayor impacto y el tiempo necesario para recuperarse puede variar.

Los suelos sanos tienen una comunidad múltiple de organismos del suelo que ayudan a combatir las enfermedades de las plantas, los insectos y las malas hierbas, y que con las raíces de las plantas crean asociaciones beneficiosas de simbiosis. Esta biodiversidad se ve afectada por el aumento de la temperatura y las alteraciones de las precipitaciones y, además, esta nueva situación climática favorece la propagación de otras especies, por lo que las especies invasoras y plagas modifican el área y aumentan su pérdida.

Como consecuencia de los cambios mencionados, la pérdida de materia orgánica se acelerará y acarreará problemas en las funciones del suelo, lo que conllevará la pérdida de carbono orgánico. Muchos suelos pueden convertirse en emisores de carbono, agravando la situación climática.

Cada vez somos más habitantes en el mundo y el cambio climático hará que se den desplazamientos. En Euskadi vivimos muchas personas en un espacio muy reducido y sellamos el suelo para satisfacer las necesidades de la población. Se espera que aumente el porcentaje de población, entre otras razones porque también llegarán refugiados climáticos. En los mercados de nuestros pueblos tendremos, pues, nuevos compradores, pero quizá también nuevos productos.

Debemos tener en cuenta que esta situación de emergencia climática es nueva, no sabemos con exactitud qué ocurrirá puesto que se basa en hipótesis y escenarios probables. Las plantas probablemente sufrirán cambios para hacer frente al cambio climático, en la genética, en el crecimiento, en las floraciones y la supervivencia, afectando directamente a sus semillas y frutos. Empezaremos a cultivar variedades que se adapten mejor al cambio climático y ya hemos empezado. El menor número de variedades está relacionada con la variabilidad genética y provocará una pérdida de la misma, que reduce la posibilidad de hacer frente al cambio climático y que puede alterar la imagen de nuestras huertas.

Las tan conocidas alubias de Tolosa, y las legumbres en general, son excelentes aliadas contra el cambio climático. Son muy buenas fijando nitrógeno en el suelo, por lo que contribuyen al uso racional de fertilizantes y reducen las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero, son plantas delicadas cuyas funciones pueden verse alteradas por los cambios del clima, sobre todo, por las altas temperaturas y las lluvias.

La superficie del planeta es limitada y sus recursos son limitados. Conscientes de la importancia de los suelos en la conservación de los ecosistemas y haciendo un uso sostenible de los mismos mejoraría la seguridad alimentaria y el estado del cambio climático. Así conservaríamos estos productos tan apreciados en la cocina vasca, pero también veremos la entrada de nuevos productos que serán autóctonos.